Mis 25 lugares para un viaje a Tierra Santa: Experiencias de un Guía

Algunas personas, peregrinos, amigos, me han propuesto varias veces que pusiera por escrito mi experiencia y amor al País de Jesús, a Tierra Santa. Incluso algunos sacerdotes, a quienes he acompañado en su experiencia y preparación para conseguir el carné de Guía, que nosotros llamamos Guía-Acompañante, me lo han insinuado o rogado claramente. Ahora lo hacen también mis sobrinos. Intentaré pasito a pasito consignar mi experiencia, aprendida de maestros, estudio, lecturas, oración y cariño a Tierra Santa. No sólo a las “piedras”, sino a la comunidad viva de la Iglesia Madre de Jerusalén, las “piedras vivas». Por supuesto, prescindiendo de que algún día interese y puedan publicarse. Nunca pensé hacerlo; si ahora me decido, no sé si es porque sirva de utilidad a alguien, o por dar utilidad a mi tiempo sobrante. Y estas líneas no suponen mérito alguno personal. Porque cualquier persona, que dedique tiempo a alguna determinada actividad, va adquiriendo más y más conocimientos, a medida que lee, explica, escucha, toma notas y almacena conocimientos. Y más, si tu trabajo personal se enriquece con la aportación de amigos y compañeros. Todos aprendemos de todos. Mi experiencia tiene que ver con la Asociación de Guías de Tierra Santa y con los Padres Franciscanos. Hace unos 25 años, dos franciscanos españoles, P. Teodoro López y P. Carlos Sáez, crearon esta asociación, de la que formo parte desde el año siguiente a su fundación. Nuestro título es de “Guías Acompañantes”. Este título de guías, existente en muchos estados, era continuación del privilegio o derecho de los Franciscanos de acompañar a los peregrinos, a través de los siglos, a partir del S. XIV. Después de la debida preparación y experiencia, un organismo en Jerusalén, dependiente de la Santa Sede, me concedía el primer carné, que debía renovar cada dos años. Esta costumbre, está cambiando estos últimos años. Mi primera peregrinación a Tierra Santa fue a finales de septiembre del año 1975. Como premio en mis bodas de plata sacerdotales y logro de una ilusión desde estudiante. Me impactó profundamente la peregrinación: «Volveré», me dije al regreso. Pero aquellos días el Sr. Arzobispo me cambió de parroquia, lo que sería mi último cambio y junto con la enfermedad de mi padre…, retrasaron la segunda peregrinación a 1987. Setenta y tres veces he peregrinado a Tierra Santa, la tercera vez ya hice de promotor de grupo (la primera de la parroquia) y pronto me concedieron el carné de Guía-Acompañante, tras el curso de 15 días en Tierra Santa. Es una gracia, que nunca podré agradecer al Señor. Ha supuesto algún trabajo, algún esfuerzo, algo de sueño, poco frío y mucho calor. Manejar libros, hacer cientos de fichas, que mejoraba, rompía, cambiaba con otros guías; daba y recibía; que no necesitaba consultar mucho, porque las sabía de memoria…sólo algún nombre o fecha determinada. Conozco, como es natural, caminos, carreteras, autovías, montañas, ríos, desiertos, iglesias, ciudades, conductores. Me conocen franciscanos, hoteles, Casas Novas, vendedores ambulantes. A todos los guías nos conocen y nos llaman “abuna”, que significa “padre”; a mí, los vendedores ambulantes de Belén me llaman “sidi” , que significa “abuelo”; soy el sidi de los guías. Y todo esto a los 91 años de vida y 68 de sacerdocio. Me decido a consignar por escrito mis recuerdos, vivencias, sin previsión de publicación. Porque me alegra el recuerdo y sirve a mi familia y amigos.

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