Negando la realidad
De una boda, en teoría, sale otra boda.
Chorradas.
¡Qué más quisiera yo!
Porque os seré franca, quiero casarme cuanto antes, pero no me sirve cualquiera.
En mi entorno familiar, el matrimonio es un arte, o al menos así me lo ha explicado mil veces mi madre.
He tenido novios y pretendientes; sin embargo, ninguno cumplía todos los requisitos, empezando por una cuenta bancaria saneada. Ya sé lo que estáis pensado, no hace falta que me lo digáis, pero antes escuchad mis razones.
Yo no valgo para trabajar, mis estudios son limitados y, la verdad, no me he criado entre algodones para ahora echarlo todo a perder. Así que necesito un candidato a esposo que, preferiblemente, no me saque muchos años y que, además, no sea difícil de mirar. Aunque, según mi madre, eso es lo de menos, «a todo se acostumbra una, hija», es su frase preferida.
Y ahora, cuando estoy en la boda de una amiga, miro alrededor convencida de que éste no es el sitio donde encontrar candidato. Y no es muy difícil de prever porque la novia pertenece a una de esas familias de nuevos ricos.
Así pues, seguiré buscando…
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