Quemada

Despertándose entre olor a humo, Vero (Verónica) comienza a entrar en pánico. Atrapada entre las llamas intenta buscar una salida que no existe. Desesperada, cada vez con menos espacio para moverse, solamente el sonido de los cristales rompiéndole le da un ápice de esperanza. Cuando Arturo entra por la ventana, ataviado en su uniforme de bombero, la joven recupera la esperanza de salir de aquella con vida.

Y así lo hace. Envuelta en mantas, con la cara llena de hollín, la tensión por las nubes y el corazón en un puño, lo último que se espera es a Arturo ofreciéndole una taza de café al pie del camión de bomberos. Un hombre encantador, atlético y con un gran corazón que acaba de salvarle la vida. Tras preguntar a Verónica si tenía alguna amiga con la que pasar la noche – no en vano, su casa estaba quemada -, añade una pregunta inocente; ¿otro café por la tarde?

Verónica aceptó. Tras salir de la oficina al día siguiente – una no puede faltar al trabajo ni aunque se le queme la casa -, lo que en su momento iba a ser un café se extendió a la cena, y después a las sábanas. Tras una noche de sexo, Verónica se siente atrapada a la vez en un sueño, gracias a Arturo, y en una pesadilla al verse sin casa.

Ahora solo quedaba recomponerse y recuperar el control de su vida… sin saber muy bien el papel que Arturo tendrá en todo eso.

Advertencia: Una novela romántica y erótica con sexo explícito, dirigida a una audiencia madura.

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